Por Iratxe García Pérez / 9 de julio de 2024
Tribuna de Iratxe García, presidenta del Grupo de Socialistas y Demócratas en el Parlamento Europeo y secretaria de la UE del PSOE; publicada en El Socialista
La primera vuelta de las elecciones francesas ha puesto a Europa ante la negra realidad de una ultraderecha que avanza. La ola de la intolerancia ya no es solo una cuestión marginal o periférica, sino que alcanza al corazón de la Unión Europea, al país de la Ilustración, territorio de la libertad, la igualdad y la fraternidad, referente de la tolerancia y fundador junto a otros del movimiento europeísta tras la ocupación nazi y la Il Guerra Mundial.
Un panorama desolador por la amenaza que supone para la convivencia y nuestro sistema de principios y valores basado en la solidaridad y contrario al autoritarismo; y también por los funestos resultados del populismo, que ofrece soluciones falsas a problemas complejos, con mensajes simples y consecuencias desastrosas, como hemos visto con el Brexit.
Todavía estamos a tiempo de frenarlo y tenemos la obligación moral de hacerlo.
Como europeístas, porque el futuro de la Unión Europea está íntimamente ligado al de Francia, un Estado miembro importante por su población y su economía, y por la influencia que ejerce en nuestro proyecto común. Necesitamos a Francia de nuestro lado para hacer frente a retos como la emergencia climática, la globalización y la justicia social.
Una Francia que trabaje por una Europa fuerte en el mundo, ante el posible regreso de Trump a la Casa Blanca. Una Francia que plante cara a Putin y se comprometa con Ucrania. Una victoria de la ultraderecha de Marine Le Pen sería la mejor noticia para la estrategia de agresión de Rusia que amenaza directamente a Europa.
Nuestra obligación es apuntalar el cordón sanitario contra el desafío ultra. La izquierda francesa ha reaccionado con rapidez. Se ha unido en un Nuevo Frente Popular que concentre los votos, y ha hecho un llamamiento a todos los demócratas para que en la segunda vuelta apoyen al candidato o candidata mejor situado en cada circunscripción frente a la Agrupación Nacional de Marine Le Pen. También Macron está dispuesto a participar en el cordón sanitario para tratar de salvar una situación que él mismo creó, convocando elecciones de forma irresponsable en el peor momento. Cientos de candidatos se han retirado ya de la carrera para facilitar el bloqueo a la ultraderecha.
Ahora el reto está en movilizar a un electorado que en muchas circunscripciones tendrá que votar a un representante que no le gusta para cerrar el paso al partido de Le Pen. Pero esto no es solo una tarea de la izquierda. Todos los demócratas, también la derecha tradicional hermana del Partido Popular, tienen su cuota de responsabilidad para impedir que gobierne en Francia una extrema derecha xenófoba, racista, amiga de Putin y contraria a los valores de la Unión Europea.