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El dique francés ha contenido la oleada de extrema derecha y la Unión Europea respira aliviada. En Bruselas y en muchas capitales, la decisiva segunda vuelta de las elecciones legislativas en Francia, celebrada el domingo, se veía con preocupación y un cierto pesimismo. Pero el peor escenario para el proyecto europeo, una mayoría del partido ultraderechista y euroescéptico Agrupación Nacional (RN) de Marine Le Pen en la segunda economía de la Unión, un país esencial para el progreso del bloque, no se ha producido, según los primeros datos.
“En París, entusiasmo; en Moscú, decepción; en Kiev, alivio. Lo suficiente para ser felices en Varsovia”, publicó en las redes sociales el primer ministro polaco, Donald Tusk, poco después de conocerse los primeros sondeos. El político conservador de la familia del Partido Popular Europeo también logró, junto a una coalición liberal y socialista, frenar y derrotar a la ultraderecha en Polonia a finales del año pasado. Tusk celebró así la contención de los extremistas de Le Pen, cuyo partido ha tenido vínculos con Rusia. Respecto a los buenos resultados de la izquierda –unida en el Nuevo Frente Popular– muchos en el PPE la equiparan a la ultraderecha de RN con la ultraizquierda de La Francia Insumisa (LFI, líder de ese bloque), aunque su enfoque de la democracia y los derechos sociales son radicalmente diferentes. “Viva la República”, dijo en las redes sociales el ex primer ministro italiano y comisario europeo Paolo Gentiloni, socialdemócrata.
Sin embargo, el malestar no ha desaparecido del todo: las elecciones, con una participación récord, han dejado en Francia un Parlamento fragmentado, con la izquierda unida en el Nuevo Frente Popular como fuerza líder. Le sigue en la lista el partido liberal del presidente Emmanuel Macron y en tercer lugar, los ultras de RN. Poco después de conocerse los resultados, el primer ministro, el centrista Gabriel Attal, anunció que dimitiría.Más información
“Habrá que ver cómo se construye una mayoría y qué tipo de gobernabilidad vemos”, dice un veterano diplomático, que habla bajo condición de anonimato para poder hablar con libertad. Además, para todos está claro que millones de franceses han optado por el ultraderechista RN, un partido antiinmigración, xenófobo y con posiciones eurófobas, y que muy probablemente se sumará a los Patriotas Europeos, la nueva familia política –pro natalidad, extremista y con afinidades con el Kremlin– impulsada por Viktor Orbán en el Parlamento Europeo. Desde allí, intentarán impulsar una agenda que ayude al partido de Le Pen a avanzar de aquí a las elecciones presidenciales, previstas para 2027.
“Se ha evitado la bola curva, pero ya veremos la próxima vez”, afirma una fuente de alto nivel de la UE. Sin embargo, la calma empieza a llegar a Bruselas, donde existía la preocupación por la posible cohabitación del presidente Macron con un primer ministro de extrema derecha, un puesto al que aspiraba el sucesor de Le Pen, Jordan Bardella, un eurodiputado que apenas ha sido visto en la capital de la UE ni en Estrasburgo, sede del Parlamento Europeo.
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