Como veis, he elegido un título cinematográfico para comenzar este post que debo reconocer tanto me ha costado escribir… Pero, sin duda, es un título muy gráfico en su contenido.
Y es que, ya hace casi un mes de los comicios europeos del pasado #25M, y aquellos resultados siguen golpeando, 25 días después, mi cabeza como el primer día. Como demócrata no puedo por menos que respetar la voluntad popular expresada en las urnas, faltaría más. Pero que la respete no implica que no me duela.
De poco han servido los miles de kilómetros recorridos intentando explicar, por todos los rincones, el papel de Europa y la importancia de una mayoría progresista en el Parlamento Europeo; de poco ha servido elaborar un programa electoral exhaustivo, realista y de futuro; de poco ha servido el arduo y meticuloso trabajo desarrollado por muchos de mis compañeros y compañeras en el Parlamento Europeo (muchos de ellos ahora fuera de la Cámara)… Parece ser que, finalmente, ha pesado mucho más el martilleo constante de un sinfín de mensajes vacuos y simples, en ocasiones de no más de 140 caracteres, culpabilizando de todo a una supuesta ‘casta política’ y la insistencia en que, unos u otros, al margen del color político, éramos ‘lo mismo’.
Y ahora, cuando siempre me he sentido orgullosa de ser socialista y de haber tenido la oportunidad de desarrollar una labor política en instituciones en las que siempre me he volcado y en las que mi prioridad siempre han sido los ciudadanos a los que he tenido el placer y la responsabilidad de representar… Ahora, ¿quieren que me avergüence? Pues no. Que se avergüencen ellos. Que se avergüencen los que generalizan como estrategia y los que desprecian el trabajo de los demás.
En estas últimas semanas, han sido muchos y muy distintos los análisis que hemos oído y leído para intentar justificar los resultados obtenidos… Unos se centran en problemas internos del Partido, otros en falta de credibilidad de los políticos, otros en una progresiva desconfianza en las estructuras tradicionales de representación democrática por parte de una mayoría social… Cada cual intenta dar una justificación. Yo, sinceramente, creo que no hay una única causa, y todas estas posibles causas, han tenido su incidencia.
Decían los clásicos que “los éxitos tienen muchos padres, pero las derrotas siempre son huérfanas”, y me temo que tenían razón. Nunca nadie quiere asumir en primera persona la responsabilidad de un fracaso. Por eso me parece especialmente significativa la loable reacción de Alfredo Pérez Rubalcaba, dimitiendo como Secretario General de mi Partido, el PSOE. Una actitud que le honra, personal y políticamente, y que demuestra que, en política, los socialistas somos muy distintos a aquellos a quienes tanto gustan en asemejarnos.
Por otra parte, siempre he sido de la idea de que, como decía Simón Bolivar, “el arte de vencer se aprende de las derrotas”. De manera que, una vez reconocida la derrota, como Partido hemos de ser capaces de analizar aquello que necesitamos cambiar para recuperar la confianza de las y los españoles, y para volver a ser ese partido de izquierdas con vocación de Gobierno, capaz de devolver sus derechos a las personas que hoy más lo necesitan.
En esta idea, en el PSOE, conscientes de que es el momento de cambios importantes, hemos abierto un proceso congresual rompedor que modificará el funcionamiento orgánico de un partido con 135 años de historia. Así, a finales de julio, celebraremos un Congreso Federal en el que será toda la militancia la que, a través de su voto, decida el nombre de la persona que ocupe la Secretaría General.
En este sentido, desde aquí, desde mi rincón 2.0., quiero agradecer la valentía de cuantos compañeros han dado un paso adelante para ocupar dicha responsabilidad. Todos ellos, sin excepción, merecen mi respeto y reconocimiento. Y, estoy segura, de que tendrán en sus manos la posibilidad de ofrecer el cambio y el impulso que, como socialistas, necesitamos. Si bien, tampoco olvidemos que no es el momento salvadores de nada ni de nadie, sino de liderazgos compartidos.
En este último mes, no puedo ignorar que también hemos vivido situaciones internas complicadas en el seno del PSOE de Castilla y León. Momentos difíciles, personal y políticamente, que nos ponen en la obligación de aprender de nuestros errores, y de intentar mirar al futuro con la responsabilidad que le debemos a la ciudadanía de nuestra Comunidad Autónoma.
Y, volviendo a Europa, no olvidemos que el escenario político después del 25 de mayo nos indica que la fragmentación ideológica y de partidos, hace más necesario que nunca una socialdemocracia europea que se mantenga fuerte en sus principios y actúe conformando posiciones mayoritarias que respondan a la grave situación que millones de personas están sufriendo.
Así, hemos comenzado esta misma semana nuestro trabajo en Bruselas, con debates sobre ese papel que el ‘Grupo S&D’ debe jugar de cara a las futuras negociaciones en el seno del Parlamento Europeo, y de nuevo hemos puesto encima de la mesa nuestras propuestas de cambio hacia una Europa solidaria y cohesionada entre territorios. Hablamos de la fractura Norte-Sur, de las desigualdades que deben ser corregidas, de la Troika social, del papel de los interlocutores sociales, de la respuesta al desempleo juvenil, y de otros muchos temas que demuestran la importancia de nuestra labor en Europa.
Sin duda alguna, las próximas semanas serán claves para conocer como sentamos los mimbres de nuestra labor como grupo socialista en una Europa que está cambiando, pero que no puede dejar de ser el espacio de desarrollo económico y sobre todo social que las y los europeos necesitamos en este momento.
Así que ahora que hemos vuelto a empezar, no lo dudéis, me comprometo a seguir explicando, desde este modesto blog, qué hace una socialista como yo en una Europa como ésta… Gracias por estar ahí.