El Parlamento Europeo amenaza con no ratificar el acuerdo si no hay un texto antes del domingo
En Bruselas no hay miedo, ni ansiedad, ni prisas. Interpretar correctamente las noticias sobre el Brexit es un arte más que una ciencia, uno cercano a la jorguinería, pero cuando los bloques se muestran razonablemente relajados, en la ciudad se habla de muchas otras cosas y funcionarios, diplomáticos y políticos no están revolucionados (como pasó en los momentos finales de la negociación del Acuerdo de Salida) a pocos días de consumarse una ruptura definitiva y quizás una tragedia, por algo es. Puede ser inconsciencia, o puede ser que los 27 y las instituciones asumen que el escenario más lógico, si no el más probable, es un entendimiento sobre la bocina. Reino Unido, quizás por táctica o por política interna, mantiene un tono mucho más belicoso.
Los mensajes en Bruselas no rezuman optimismo, pero casi. Las fuentes cercanas a la negociación reiteran que es difícil y que hay todavía asuntos pendientes, pero cada vez menos. “Buen progreso, pero quedan los últimos obstáculos”, resumió ayer Michel Barnier, el responsable de los 27, tras informar al Parlamento Europeo de cómo van las cosas. Hace una semana se reiteraba que faltaba resolver la llamada gobernanza, el terreno de juego justo en el futuro (‘level playing field’) para que Reino Unido no haga competencia desleal y la pesca. La percepción hoy es que lo único verdaderamente abierto y que puede hacer saltar todo es la pesca, tras avances muy importantes en los otros dos. El hecho de que los 27 cerraran la madrugada de ayer la negociación de cuotas para el próximo año es un elemento positivo que allana algo más el terreno.PUBLICIDAD
“Celebramos los progresos sustanciales en muchos asuntos, pero quedan diferencias que resolver, en particular en la pesca. Salvar las distancias será un desafío. Las conversaciones continuarán mañana”, explicó Ursula von der Leyen tras mantener una conversación telefónica con Boris Johson a última hora de la tarde. Una de cortesía, de procedimiento, porque estaba claro que no era una prevista para finiquitar 11 meses de tira y afloja.
La lectura de Londres, sin embargo, es más agresiva. “Queda poco tiempo y parece difícil alcanzar un acuerdo si la UE no cambia sustancialmente”, afirma Downing Street, asegurando que se ha hecho todo lo posible por acomodar las peticiones de Bruselas pero que nunca parece suficiente. Y lo mismo en pesca. Pero la retórica, el lenguaje el ‘timing’ se interpretan en la UE como mensajes de cara a la galería para convencer a los suyos de que si hay acuerdo es porque los 27 cedieron en el último momento.
El tono de la jornada lo habían marcado horas antes los líderes de los principales grupos de la Eurocámara. En un comunicado, redactado a instancias de la líder socialista, Iratxe García, los diputados avisaron a todas las partes implicadas de que la negociación tiene que traducirse en un texto definitivo antes del domingo, o de lo contrario no aceptarán presiones para tramitarla de urgencia antes de final de año. “Exigimos para el Acuerdo del Brexit el formado de cooperación y acceso a la información que solemos tener con la Comisión, incluido el intercambio de textos lo antes posible”, explicó García.
La queja es conocida y es más que lógica. Para que haya un acuerdo vinculante con Reino Unido el texto definitivo tiene que ser ratificado por la Eurocámara. Y si el documento fuera de naturaleza mixta, incluso por parlamentos nacionales y hasta regionales. Los eurodiputados consideran inaceptable tener que decidir sobre algo de una importancia mayúscula para la vida y el futuro de cientos de millones de personas sin tiempo para estudiarlo con detenimiento ni con, siquiera, la documentación básica en todas las lenguas de la Unión.
Lo habitual, como pasó por ejemplo con el Acuerdo de Libre Comercio con Canadá, es que haya tres o cuatro meses mínimo, que la Comisión explique con detenimiento cada punto a los integrantes del comité de Comercio Internacional de la cámara. Que se resuelvan dudas y se maticen detalles. Intentar algo así con cientos de papeles muy técnicos, con un nivel de especialización altísimo, sólo en inglés y en pocas horas no ofrece las garantías democráticas que contemplan los tratados. Por eso la advertencia.
En realidad, los plazos ha quedado demostrado que no valen para nada. Sería impensable que la Eurocámara no se pudiera a trabajar en la ratificación si en vez del domingo el texto llegara el lunes o el martes. Pero se va preparando el camino para una disputa complicada. Si no hay tiempo real para acordar y ratificar se podría intentar un atajo, una implementación temporal. Algo que disgusta y pone nervioso al Parlamento. La alternativa, unas semanas sin acuerdo, es posible, pero se quiere evitar a toda costa. Porque hay consecuencias difíciles de prever.
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